Es un árbol de gran tamaño, de hoja perenne y gran vistosidad. Sus hojas son utilizadas, desde la antigüedad, en la cocina.
Entre sus componentes más apreciados, destacan el ácido fólico, las vitaminas A y C, y una gran cantidad de minerales, como el potasio, cobre, magnesio, zinc, hierro y manganeso.
Además de su uso culinario, podemos aprovechar los beneficios del laurel en forma de infusión, para tratar problemas estomacales, dolores articulares y procesos gripales.
Es un buen aliado contra los gases, no en vano se usa siempre en los guisos que contienen legumbres, para contrarrestar el efecto flatulento de éstas.
El laurel se puede consumir fresco o seco. Si optamos por la segunda opción, podemos conservar las hojas en recipientes herméticos, y aislados de la luz solar.
Nunca pensé que podía tener un laurel tan cerca, por eso ahora no me preocupo mucho de la conservación de las hojas. De vez en cuando, cojo unas cuantas y las cuelgo en la cocina para ir usándolas.
Mi cuñada Ana me enseñó cómo coserlas para poder tenerlas colgadas y que, además decorasen.
Se trata de ir cosiendo hoja por hoja, pinchando en el nervio central de cada una. Al final, unimos los dos extremos del hilo, y nos queda como una especie de collar. Una opción muy práctica, porque después, solamente hay que tirar un poco de las hojas que necesitemos, y siempre quedan las demás bien sujetas.
Como veis en la foto, yo no le hice mucho caso, y no pinché en el nervio, sino en lo verde, porque estaba más blandito. Pero la función la está desempeñando bastante bien, hasta ahora no se ha caído ninguna hoja, es muy fácil cogerlas y queda muy bonito.
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