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miércoles, 24 de octubre de 2018

Congelar ajos.

El contenido de esta entrada es apropiado para dos tipos de personas: las que tienen poco tiempo y las que tienen muchos ajos.
Más de una vez hemos llegado a casa del trabajo y nos hemos encontrado con que no teníamos nada preparado de comida. Ponerse a cortar verduras para hacer un sofrito, o simplemente, picar unos dientes de ajo, puede llegar a ser una verdadera molestia, cuando no hay tiempo ni ganas.
Si habéis probado los ajos deshidratados que venden en botes de especias, supongo que estaréis de acuerdo conmigo en que ni el sabor, ni la textura, tienen nada que ver con un ajo fresco.
Afortunadamente, en muchos supermercados ya encontramos los ajos partidos y congelados en bolsitas, pero, en mi opinión, no hay nada como lo hecho en casa.
Y, desde luego, para el segundo grupo de personas, que somos las que tenemos muchos ajos, esta es una opción ideal también, porque si los dejas al aire, o incluso en la nevera, terminan perdiendo cuerpo y al final te quedas sin ellos, por no hablar del olor que dejan por todas partes cuando son muchos...
El verano pasado, cuando recogimos nuestra cosecha de ajos, aprendí a hacer las famosas trenzas que se hacen con ellos. Pero hice solo una, y la colgué en la cocina. Sirvió de adorno rústico mientras duró, y al mismo tiempo, es una forma muy útil de tener los ajos recogidos y a mano.
Pero había muchos más. Había que congelar, si no queríamos perder todo el trabajo de siembra, cuidados y recolección.
Y entonces, mi hermana Noe me hizo el regalo del siglo. Llegó ella un día con una cubitera de silicona, con un espacio de relleno muy pequeño para hacer hielo, pero ideal para congelar ajos.
En realidad, la utilizo para muchas cosas. Congelo ahí hierbas aromáticas, a veces con el aceite de oliva ya incluido, para después usar en salteados, ensaladas o sofritos. Cuando ya están duros, se pueden sacar muy fácilmente, así que los saco todos, los meto en una bolsita de congelación, o en una fiambrera de plástico, y ya está libre otra vez mi cubitera para otra cosa. Y los cubitos, bien separados y en cantidades muy útiles para ir usando según la necesidad.




Ya no sé qué haría sin mi cubitera. Los ajos se descongelan muy rápido, y quedan igual de sabrosos que si estuvieran frescos. 

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