Nunca debemos dejar de soñar. Lo que hoy son realidades, antes fueron proyectos, deseos, sueños... Así es siempre. Somos capaces de imaginar todo aquello que deseamos y, muchas más veces de las que creemos, esos sueños se acaban realizando.
Hace años, la vida me dio la oportunidad de vivir en el campo. Para mí, fue una de las mayores experiencias de vida que he podido tener. A pesar de que disponía de todo el tiempo del mundo, las horas del día eran pocas para hacer todo lo que quería.
Aprendí cosas que la mayoría de la gente no ha tenido ni, probablemente, tendrá la oportunidad de aprender, vi con mis ojos el milagro de la vida en muchas de sus expresiones, desde ver germinar una semilla de la tierra, hasta ver nacer un chivito.
Somos seres vivos, necesitamos tocar y sentir la tierra que pisamos, esa es la mayor terapia que se puede hacer para estar en paz y armonía con la vida. Y, muchas veces, esto se deja a un lado...
La vida en el campo me inspiró para crear este blog, que para mí era una manera de dejar plasmado todo lo que tanto me aportó, para tenerlo yo misma y también para compartir con quien estuviese interesado.
Después de unos cuantos años, se acabó la experiencia y volví a la ciudad. Ya no podía seguir con el proyecto de ir alimentando cada día ese trocito de vida, con nuevas decoraciones, con más animales, con hierbas aromáticas, con frutas, hortalizas, flores... ya no podía escribir más nada porque ya no había más que un suelo de hormigón debajo de mis pies...
Por suerte, seguí soñando. Deseé poder volver a hacer todo eso otra vez, en algún lugar.
Han pasado muchas cosas desde entonces, ha habido veces que pensé que nunca más volvería a poder disfrutar de esa sensación maravillosa que me produce estar en contacto con la tierra, pero después de unos cuantos años, aquí estoy de nuevo para hablar de mis experiencias, porque vuelvo a tener un huerto y, aunque ya no vivo en el campo, pienso aprovecharlo al máximo y compartir todo lo que aprenda en este mismo blog.
Nunca me había visto en la situación de tener que preparar un huerto sin ser asesorada y ayudada por alguien que tuviese más experiencia que yo, como cuando preparé el primero. Siempre me ha parecido admirable toda la gente que conoce cosas de las que la mayoría de las personas no tienen ni la menor idea, y las hacen con naturalidad, y las explican a su manera. Esa gente son una fuente de sabiduría de la que todos deberíamos beber, porque otro gallo nos cantaría si lo hiciéramos.
A todo el mundo le gusta comer tomates de huerto ecológico, como le llaman ahora, pero a muy pocos les gusta seguir el proceso desde que piensas en el tomate hasta que lo recoges. Yo disfruto más del proceso que del tomate, quizá sea por eso que estoy tan feliz de volver a tener un sitio donde plantarlos.
El huerto que tengo ahora no se parece en nada al primero. Son unos trozos de tierra que, el ayuntamiento del pueblo donde vivo ahora, cede a los vecinos que quieran utilizarlos, para fomentar el espíritu ecológico, enriquecer y embellecer el sitio con labores que parecían estar perdidas para siempre.
Hay una lista de espera, porque los huertos son limitados, y hay bastante gente interesada en tener un espacio de ocio que, además, proporcione beneficios en forma de deliciosos frutos. Suponía que no iba a tener la suerte de acceder a uno de esos huertos en verano y, efectivamente, así ha sido. El huerto de verano es mucho más atractivo para todo el mundo. Tomates, pimientos, berenjenas, calabacines, judías verdes... son los frutos de huerto que más gustan, los que más producción ofrecen y los más rentables en cuanto a economía se refiere. El verano también es mejor época para tener una actividad al aire libre, los días son más largos, no hace frío, no llueve...
Al final tuve la ocasión de acceder a uno de ellos hace unas semanas. Ponerlo en marcha ha sido un poco complicado, pero ya estoy empezando a ver brotar las primeras semillas germinadas y estoy feliz.
La chica que lo tenía antes, aún no había terminado de quitar todas las matas del huerto de verano, y me lo entregó así como se ve en la foto. Parece que es bastante cuidadosa y detallista, pero en cualquier caso, el cambio de estación requiere un trabajo. Era necesario abonar la tierra y prepararla para el nuevo cultivo. Mi tío, que también disfruta bastante con las tareas de campo, se ofreció para ayudar y, entre los dos, preparamos la tierra, hicimos lo que pudimos para acomodar las gomas de riego y, al final, conseguimos dejarlo medio decente, para poder plantar cosas cuanto antes.
Los vecinos de huerto tienen ajos, cebollas, acelgas, espinacas, puerros, apio, coles, coliflores, escarola, lechuga, fresas, habas... Algunas cosas están más crecidas que otras, yo todavía estoy un poco verde en cuanto al calendario de siembra, pero dejándome asesorar por la chica del vivero y viendo más o menos lo que tenían los vecinos, al final nos embarcamos y pusimos casi de todo.
Ahora toca esperar, cuidar mucho ese trocito de tierra y poder ir viendo como crecen las plantitas poco a poco. Vuelvo a tener el aliciente de inventar algo cada día, vuelvo a rebuscar en internet las propiedades y usos que no conozco de las plantas aromáticas, los nutrientes de cada fruto, recetas de cocina con alimentos de temporada. Vuelvo a ser yo... y vuelvo a compartir mi alegría.
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